viernes, 14 de agosto de 2009

Capítulo 1: La perdida de la maleta

30 de julio de 2009



Eran las 3 de la tarde, hora irlandesa, cuando llegamos al aeropuerto de Dublín. Veíamos pasar maletas por la cinta del vuelo IB3184 procedente de Madrid, reconocimos el juego de maletas grises, la enorme maleta verde, la azul y hasta la maleta a la que habían intentado hacer un tratamiento reductor envolviéndola con plástico de cocina verde para que sudara y pasara el control de peso de facturación. Se repetían ante nuestras retinas la mochila rosa, la tabla de body-surf infantil, pero nadie veía la maleta roja de Guillermo.







Después de un tiempo lógico de espera, se rompieron nuestras esperanzas y nos dirigimos al mostrador de incidencias con equipajes, no eramos los únicos. Primer contacto directo y trascendental con la lengua de Sakespeare ( también al castellano le llaman la lengua de Cervantes), descubrimos que nuestro nivel era manifiestamente mejorable. El amable Jeremy consultó diligentemente su ordenador y nos explicó que la maleta estaba en Madrid, que vendría al día siguiente y que cuando llegara la llevarían a nuestro hotel. Para ellos esto puede ser normal, para pardillos como nosotros un serio contratiempo porque en esa maleta viajaban todas las cosas necesarias para Guillermo: medicinas, pañales, comidas,... y otras cosas importantísimas para el resto del grupo: el aceite de oliva virgen variedad hojiblanca, las exquisitas chacinas envasadas al vacío y el Colacao (nosotros siempre haciendo patria como Jesús Calleja en sus viajes por todo lo largo y ancho de este mundo).
Decidimos que esto no nos iba a hacer perder más tiempo y con casi todo nuestro equipaje nos fuimos hacia el hotel.

En el autobús 747 (curioso número), que despega del aeropuerto con destino al centro de la ciudad, Miguel Ángel ligó con la simpática conductora española que nos hizo precio especial y nos indicó como llegar al hotel. Los <40(menores>40 (mayores de 40) nos quedamos en la planta inferior cuidando de Guillermo y vigilando a Miguel.




El primer contacto con el hotel fue agradable, en la recepción hablaban español y las habitaciones estaban bastante bien, sin ser grandes conseguimos cenar los ocho sin caer migas en las camas.



Nos encanta la costumbre de que en las habitaciones te obsequien con café o te.

Impresionante el "iron & trouser-press", pequeño armario en la pared con plancha, tabla de planchar e instrucciones precisas de como planchar la raya del pantalón. Entenderéis que no lo usáramos.

Si quereis más información podéis visitar su página

http://www.maldronhotels.com/hotel-parnell-square/index.html




Nos armamos de chubasqueros y cámaras de fotos y vídeo y nos fuimos a "apatrullar la ciudad".

La primera parada fue uno de los extremos de la O'conell Street donde encontramos un pub donde se reunían los fans de U2, los >40 estaban encandados.







Todo nos llamaba la atención el Spire of Dublín, con 120 m. es la escultura más alta del mundo,










los relojes de las fachadas,









los colores de las fachadas,...







Llegamos hasta el Trinity College,








visita típica: la gente culta intenta visitar la tienda pero está cerrada, Sara quiere hacer un completo y los conserjes de la biblioteca tienen que abrir los toiletes para ella y todos por los suelos que el cansancio se empezaba a notar.










No podíamos pararnos, nuestra guía Estrella nos llevó al Temple Bar, calles llenas de gente paseando, escuchando a los músicos callejeros, jóvenes que hacían de reclamo de sus locales para que fuéramos a cenar allí y gente fumando fuera de cada pub. No está permitido fumar dentro de ningún local de modo que mucha gente bebe sus cervezas en la calle.














Después de la cena en un italiano volvimos al hotel con parada de avituallamiento en el supermercado, hacían falta pañales y desayuno para Guillermo. También compramos leche fresca y un bote de sirope de chocolate para chocolatearla.






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